La tarde estaba
en su apogeo al igual que su reciente sonrisa en el recuerdo constante que se
negaba a abandonar su cabeza, pensaba en su forma de caminar, de ver la vida,
pensaba en cada mirada cruzada y en la niña que veía en sus ojos. Pero sobre
todas esas cosas pensaba en una pregunta que le comía por dentro poco a poco,
la cual no sabía responder con toda la seguridad que quería.
La duda le
carcomía por dentro pues al fin y al cabo era un ser humano, raza acostumbrada
a fallar, a dudar de todo pero ante todo a no saber distinguir lo que realmente
sienten. Después de mostrar miradas enigmáticas empezó a hablar a un cielo que
le correspondía con el naranja de un sol que para él no existía, ya que una
mujer brillaba con la misma calidez en su vida:
“El amor,
cuatro palabras tan sencillas y tan complicadas al mismo tiempo, a lo largo de
la historia golpean las puertas de hombres y mujeres por igual sin importar su
estatus social, su vida, o su forma de ser… y supongo que le ha llegado el
turno de aporrear la puerta de mi corazón. Golpea cada parte de mi cuerpo causando un
constante tambaleo en mi cabeza, todo por una simple pregunta: ¿La quiero?”
“Tu cielo estas
testigo que pienso mas en ella de lo que debería, que cada vez que me sonríe mi
corazón tiembla, mi cabeza no piensa y en mi interior una tempestad de
mariposas sacude los confines de mi cuerpo. Sabes mejor que nadie cuantas veces
he pensado en su nombre mirando al cielo, con temor de gritarlo a los cuatro
vientos por miedo a que se lleven lo poco que tengo de ella.”
“A ti pongo por
testigo mar que no he llorado ni una lágrima por ella porque sabes que su
felicidad esta mucho antes que mi tristeza, que la amistad que ella me brinda
es lo máximo que puedo aspirar y por lo tanto debo empeñarme en hacer de esta
una de las más bonitas que ambos hayamos conocido. Sabes que no puedo enfadarme
con nada de lo que haga porque ella se ha convertido en motivo de mi sonrisa,
de mi felicidad y sé que no se mucho pero lo suficiente para saber que su mera
presencia me hace sentir grande entre los mortales.”
“Tu luna, mi más
bella dama, la que nunca he dado la espalda. Sabes que te he traicionado, que
ya no ocupas uno de los lugares porque ya no alumbras mi vida tanto como lo
hacías antes ahora es otra, esa persona se convirtió sin yo saberlo en mi luna y
uno de los soles que me mantiene con la suficiente felicidad para seguir
adelante cada día. No admitiré que es la que mas pero si una de las más
importantes”
“Y ante mi
mismo expongo las cadenas de una felicidad que parece efímera, frágil y que al
mínimo contacto con la realidad desaparecerán. No sé si la quiero, pero esto es
lo que siento, lo que se planta cada día delante de mi corazón. Y ahora cerrare
las puertas de mi alma para que esto vuelva a quedar en secreto.”
Acto seguido se
dio la vuelta y comenzó a caminar hacía su casa, dándole la espalda a su
querida luna, y con una sonrisa en su rostro causada por su más reciente sol le
dice adiós al día. Sabiendo que yo, el amor vendré al día siguiente para
recordarle a su corazón que la quiere.