Todos los allí reunidos permanecían en absoluto silencio
mientras la que iba a ser interrogada ascendía a un fúnebre paso hacia el lugar
donde ella misma resolvería el turbio asunto que se estaba tratando en aquel
momento. Las miradas se iban clavando fijamente en su cara, la cual no precedía
a mostrar ningún impulso de miedo a pesar de que la situación habría hecho
enloquecer a cualquiera que hubiera estado en su lugar.
Se acomodó en el estrado situado en medio de la sala,
siendo observada por cada uno de los presentes. Cuando ella alzo la vista se
enfrento ante la fría e impenetrable mirada del juez, este pronunció las palabras
que tanto había estado esperando, las que tanto temía escuchar pues sabía que
su familia dependía de la respuesta que ella otorgara al que decidiría el
destino de su hermano mayor. Inclino su cabeza hacia abajo y cuando volvió a
alzarla se percató de que estaba en lugar diferente.
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La sala se lleno de un gran silencio, como la gran calma que
avecina a la tormenta y fue entonces cuando una mujer vestida de un azul oscuro
hacia su aparición a la derecha de la que ahora era la arbitra. De estatura
media, con una cara que no dejaba
entrever ninguno de sus planes, todos allí deseaban que confesara todo lo que
sabía pero se limitaba a mirar al frente con una mirada que no expresaba absolutamente
nada, y con suma delicadeza se sentó en la mesa que se le había asignado,
fumándose un cigarrillo en el proceso. Miro a la blanca dama y negó con la
cabeza. La falsedad estaba preparada.
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Ella cerró sus ojos y escucho que alguien decía:
-Señorita no se lo volveré a repetir ¿Es su hermano el
poseedor de esta arma con la que fue atracado un banco esta misma mañana?
Todos se alborotaron, los humanos presentes en el juicio y
los sentimientos en su interior. El martillo del juez bajo a la misma vez que
la mano del Alma pidiendo silencio, y fue entonces cuando comenzó lo que sería
el principio del fin.
Continuara…
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