Belleza

La música de una tierra de fuego y baile sonaba desde algunos balcones que seguían brillantes como en sus mejores momentos de aquella época colonial ya lejana para los transeúntes que recorrían el lugar, la brisa de un mar rebelde se colaba tranquila entre sombrillas y cafés, mientras los niños jugaban a ser adultos irresponsables en aquel parque con forma de barco que a muchos adultos con almas de niños había visto crecer.

En medio de aquel ambiente tropical, un muchacho en la flor de la vida tiene su mirada a la deriva en algún lugar desconocido para todos aquellos que apenas se percataban de su presencia. Camina nervioso, sin pararse en un mismo lugar más de lo que dura una lluvia de verano y bien poco sabia él, que el tiempo había decidido detenerse a escuchar la melodía de las olas.

El viento acaricio su cara levemente como lo haría una madre preocupada y el alzo su vista por instinto, fue entonces cuando aun pesar de los cristalinos rayos del sol todo a su alrededor se congelo para él, siendo reflejada únicamente una sonrisa que afloraba entre la multitud y una sudadera del color  brillante utilizado por la realeza. Su paso era lento pero firme y apenas empezaron a salir palabras de una boca que solo temblaba, ella alzo sus brazos y lo acogió entre ellos.

El sintió sus manos tensas alrededor de aquella mujer que había conseguido que un gigante se sintiera de la estatura de los pequeños que recorrían la plaza que antaño había sentido las caricias del gran azul. Tarde fue el momento en el que su ser se perdió inmenso en aquellos iris del color de la miel, en donde no solo vio belleza sino a aquel que los había forjado, comprendiendo por un instante cuanto amor había sido depositado en ellos.

Una voz dulce como el color de sus ojos lo despertó de su encuentro con el creador, y súbitamente tuvo que afrontar unas palabras para las que no estaba preparado.

-¿Cómo estas?


El se limito a sonreír y con la poca voluntad que le que respondió y empezó a caminar junto a ella, pensando para sus adentros de que leyenda habría salido aquella mujer que lo acompañaba. 

Aun no te quiero

Dobla la esquina como si la calle fuera suya al compas de un ritmo cubano que parece que decidió mudarse permanentemente a sus cinturas. Entonces; los pájaros dejan de cantar, el mar entra en una sutil calma, el universo colapsa y me dirige su mirada hacia mí. Se acerca matizando el silencio a su alrededor, y es en ese preciso momento cuando el reloj de arena no deja caer más granos de arena en la realidad y pienso para mis adentros.

Aun no te quiero, pero tienes un algo que te ronda alrededor que hace que te recuerde más de lo que pretendo, aun no he descubierto que es, pero si voy con el tiempo a tomar unas copas, probablemente lo termine averiguando.

No es que las madrugadas nos hayan visto hablar hasta que uno de los cayera rendido, pero probablemente lo harán. Mientras tanto vas entrando en mi cabeza y vas desordenando todos los muebles sin ni siquiera avisar, yo solo me rio porque ambos sabemos que no es la primera vez que lo haces y nunca estaré humanamente preparado para ello.

No es que me hayas sostenido la mirada millones de veces, pero cuando lo haces; la sombra de un escalofrío amenaza con recorrerme la espalda sin piedad, mis cachetes discuten con mi orgullo mientras un rojo tímido se apodera de mi cara y mi sonrisa delata la felicidad que se esconde detrás de mis ojos.

No es que decirnos adiós sea difícil, pero cuando veo tu espalda alejarse te imagino dándote la vuelta para sonreírme y aunque no lo haces mis ojos ya se han perdido en ti, aun cuando ya no te estoy mirando ellos siguen perdidos buscándote.

+En que piensas? –Dice mientras me doy cuenta que el tiempo se ha descongelado antes de lo que planeaba-.

-Que aun no te quiero –Digo mientras le brillan los ojos.


+Y eso? 

-Es lo que estaba discutiendo ahora mismo.

Simplemente ella

La tenue luz del día se colaba poco a poco por las aberturas de la ventana de la habitación de aquel joven artista, el cual apenas acababa de despertar de su encuentro onírico con la musa que le visitaba cada noche. Dispuesto a continuar su obra se levanto, aseo y agarro sus útiles  para perfeccionar por última vez la obra maestra que se atrevió a abordar en algún momento de su vida.

Recordaba su pequeña estatura que le hacia sentir un gigante a su lado, y así lo había plasmado en la figura, de un tamaño medio  que lograba causar un efecto de adorabilidad pero lo suficientemente justo en anchura para lograr un cuerpo que seria atractivo a vista de los mortales.

Poco a poco fue plasmando el bailar de sus caderas y aquella cintura que hipnotizaba a todo aquel desdichado que se atreviera a cruzarse con ella, unas caderas que ni el propio Vivaldi se hubiera atrevido a tocar por temor al carácter de semejante instrumento. Asimismo perfilo sus manos pequeñas y dulces que tantas veces lo habían consolado cuando necesitaba sentir el contacto de alguien calido y cercano.

Tallo con mucho mimo y cariño sus ojos en los cuales disfrutaba perderse en su infinidad, trato de recrear su pelo que era tan indomable como su propio carácter, y por supuesto la sonrisa que lo había cautivado desde el primer momento en que la vio porque en sus pensamientos, el mero hecho de que ella le sonriera, era suficiente pretexto para realizar cualquier reto titánico que se le presentara por delante.

Esta musa estaba plasmada en la piedra de tal manera que recreaba la posición exacta que utilizaba cuando charlaban de mil y una historias que hubieran envidiado a la mismísima sherezade, y observando su creación final, sabía que en realidad nunca la acabaría pues siempre hallaría mas detalles que plasmar, sin embargo y sintiéndose atraído por querer ponerle un nombre a su obra, escribió desde lo mas profundo: Just her