Dobla la esquina como si la calle fuera suya al compas de un
ritmo cubano que parece que decidió mudarse permanentemente a sus cinturas.
Entonces; los pájaros dejan de cantar, el mar entra en una sutil calma, el
universo colapsa y me dirige su mirada hacia mí. Se acerca matizando el
silencio a su alrededor, y es en ese preciso momento cuando el reloj de arena
no deja caer más granos de arena en la realidad y pienso para mis adentros.
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No es que las madrugadas nos hayan visto hablar hasta que
uno de los cayera rendido, pero probablemente lo harán. Mientras tanto vas
entrando en mi cabeza y vas desordenando todos los muebles sin ni siquiera
avisar, yo solo me rio porque ambos sabemos que no es la primera vez que lo
haces y nunca estaré humanamente preparado para ello.
No es que me hayas sostenido la mirada millones de veces,
pero cuando lo haces; la sombra de un escalofrío amenaza con recorrerme la
espalda sin piedad, mis cachetes discuten con mi orgullo mientras un rojo tímido
se apodera de mi cara y mi sonrisa delata la felicidad que se esconde detrás de
mis ojos.
No es que decirnos adiós sea difícil, pero cuando veo tu
espalda alejarse te imagino dándote la vuelta para sonreírme y aunque no lo
haces mis ojos ya se han perdido en ti, aun cuando ya no te estoy mirando ellos
siguen perdidos buscándote.
+En que piensas? –Dice mientras me doy cuenta que el tiempo
se ha descongelado antes de lo que planeaba-.
-Que aun no te quiero –Digo mientras le brillan los ojos.
+Y eso?
-Es lo que estaba discutiendo ahora mismo.