La vida es como una pizza

Sentado bajo un árbol, con el atardecer en su apogeo, estaba yo, viendo pasar la gente, algunos saludaban efusivamente, otros simplemente pasaban corriendo y sin preocuparse de su alrededor, muchos iban con su cabeza baja como si el mundo les hubiera dado la espalda. Y yo pensando: tanta gente que hay en este mundo, y yo tuve la gran suerte de nacer en el regazo de esa ilustre persona: mi mama.

La recuerdo como si fuera ayer, siempre iba con su traje mas nuevo… si era el de estampado de cuadros, el que le había comprado papa por su 25 cumpleaños. Su pelo rubio con olor a fresas, como me encantaba olerlo, ella sabía que me encantaban las fresas y por eso se lo echaba. Y también me enamore muchas veces de sus pendientes, los de la abu…. Qué bonitos eran, y ella igual de bella, siempre me daba unos caramelos, sugus de sabor limón nunca lo olvidare.

El sitio en el que estaba situado me recordaba mucho a ella, nos sentábamos a observar a las personas cuando estas caminaban nuestro lado, me acuerdo que una vez me dijo que quería ser detective, y la verdad se le daba bien siempre sabia quien se portaba mal y bien. Mi mama siempre se sentaba conmigo y cuando el sol se estaba poniendo me miraba con su cara de cómplice y me decía:

-¿Hijo que te apetece comer hoy?

-¡Pizza mami, pizza!

Siempre le decía que quería comer pizza, me encantaba la pasta  y ella me llevaba a la pizzería que estaba en frente; manuel’s pizzería, igual que mi nombre. Me cogía de la mano y tranquilamente entrabamos, esa campanita de metal siempre me asustaba, y ahí es cuando me aferraba al vestidito de mi madre, y mientras ella pedía la pizza me sentaba en el taburete, donde me creía el rey del mundo.
A través de la pared de cristal se podía ver como hacían la pizza, y mi madre un día cuando ya tenía  13 años me dijo:

“Manu la vida es como una pizza, y nosotros somos los pizzeros, tenemos que escoger bien la masa donde vamos a poner todos nuestros ingredientes, esa masa  determinara de que estamos hechos, luego haz de echarle tomate y queso, para que la pizza quede esponjosa y pueda absorber los ingredientes, a continuación debes escoger con mucho cuidado los ingredientes, porque según lo que escojas el resultado será distinto.”

Mi mama siempre decía que si le echabas jamón la pizza quedaría fresca y sana, o que si le echaba tomate o piña, quedaría jugosa y dulce, y si le echabas pimiento o tabasco sabría picante y muy desagradable para la boca. Ahora no recuerdo muy bien, pero las cosas que me enseño con esos ingredientes perduran hasta el día de hoy;  En el que tengo esposa e hijo,  y se llama Manuel como yo.

-¡Papi papi, tengo hambre!

-Bueno hijo ¿Qué quieres comer?

-¡Pizza papi, pizza!

Y así una vez más me dirigía a la pizzería de mi infancia el lugar donde la vida tiene muchos significados.

El adios de un padre



Allí estaban todos, esperando lo que probablemente serían sus últimas ordenes antes de volver a casa. Cansados, sudor en sus frentes, y una expresión de impaciencia que cubría hasta la más horrible de cada una de sus cicatrices, impacientes los soldados recibían a su superior con un solemne saludo, y bajo la orgullosa bandera de su país, escuchaban atentos su última misión, de boca del general de brigada:

“Señores, soldados y compañeros de guerra, hemos peleado la dura batalla, luchado por todas y cada una de las personas que nos esperan en casa, comprendo muy bien que estéis agotados, algunos deseáis volver a ver a vuestras esposas, hijos, padres o madres, pero se os necesita para esto, tenéis que rescatara David, sufrió una herida en la última incursión en territorio enemigo, no sabemos nada de el, probablemente este solo y en las puertas de la muerte….vuestra misión es encontrarlo, ¡Confió en vosotros!”



Durante un segundo sus caras se tornaron tristes, preocupadas, y sombrías, conocían a Mi, llevaba en el ejercito ya 10 años, era desde su compañero de copas hasta el hermano mayor de cada uno del pelotón nº 7. John, compañero de cama, y el que mejor lo conocía alzo su cabeza, seguido por sus demás compañeros, y con un solemne grito se aventuraron a  responder a su general:

“¡Señor!¡Si señor!”

Pasaron 12 horas, y ya viajando al punto de recogida donde se suponía que había sido encontrado su compañero, a pesar que el equipo de rescate no contestaba. En el jeep nadie hablaba, todos tenían su cabeza baja querían volver a casa, pero el mero hecho de saber que su compañero podría estar vivo los empujaba a realizar la extracción.

“¡30 Segundos!”

Los hombre preparaban sus rifles, se miraban unos a otros, preguntándose si sobrevivirían.

“¡15 Segundos!”

Nervios a flor de piel, gotas de sudor cayendo al suelo, miradas que recorrían el lugar esperando despertar de esa pesadilla.

“¡5 Segundos!”

Todos ya estaban listos para empezar a correr cuando una gran explosión, voló el jeep por los aires. Los disparos de las ametralladoras, las explosiones de granadas, fuego en el suelo, y compañeros de guerra quemándose vivos. El infierno tenía nombre se llamaba “Guerra”. John se levanto con un fuerte dolor de cabeza, pasando una mano por su frente descubrió que sangraba, el jeep estaba volcado, y el junto a los supervivientes siendo arrastrados, a Dios sabía donde.

Frio y humedad inundaban la sala, un lugar bastante oscuro junto con gemidos y gritos que le perforaban sus oídos, sentía como lo levantaban, y lo sentaban enfrente de una mesa con un revolver, para su sorpresa la persona que estaba viendo cara a cara, era el coronel David, su amigo y compañero estaba allí, respiraba de forma débil, sus ropas estaban rasgadas, se notaba que era un soldado fuerte.

Los soldados le indicaban que girase el cañón del arma, así lo hizo, apunto a su frente y un sonoro *click* resonó en la sala, era el turno de John, la muerte respiraba a sus espaldas mientras se apoderaba del revólver, y apuntaba a su frente, le temblaba la mano, acciono el gatillo, y para sorpresa de todos sonó un gran disparo en la sala.

Los soldados restantes de la compañía nº7 entraron en la sala,  llenaron la cueva y después de eliminar a todos los enemigos, celebraban entre gritos su victoria, John corrió hacia David, lo encontró tirado en el suelo, herido de muerte, una bala perdida le había roto la arteria principal, entonces escucho sus últimas palabras:

“John amigo mío, no me queda mucho tiempo dile a mi hijo, a Nick que siempre lo quise”

Con lágrimas en los ojos asintió y salió de ahí.

“Y esa es la historia Nick, la historia de un valiente, la historia de tu padre”

A continuación llamaron al pequeño cuyas lágrimas expresaban el dolor de la perdida

“Nuestro gran amigo y soldado, David murió como un valiente, amigo de los suyos, gran padre y excelente esposo. Hoy en lugar de él, su hijo, Nick Jonathan con su madre recogen la medalla del valor”

Con lágrimas en los ojos el pequeño subió con paso firme a representar a su héroe caído.

Carta a las estrellas


Una vez mas el frió viento roza mi cara y me hace percatarme de que por mucho que mire a las estrellas no estoy soñando, estoy viviendo esta pesadilla, que poco a poco se cuela en mis adentros, y va matando los pocos trozos de mi alma que aun no han sido contaminados por la injusticia y odio de este mundo.


Una leve sonrisa se esboza en mi cara, una máscara, el utensilio que es utilizado con tanto arte por una ingente cantidad de personas, y al que desgraciadamente yo también me he visto obligado a usar. Escondo mis penas, guardo mis secretos en el ático del alma donde cogen polvo, y se oxidan para quedar olvidados por una mente que se niega a aceptar la realidad.





Pero al fin y al cabo no todo es tristeza, aun quedan personas, aquellas que la gente llama "amigos" aunque para mi son entrañables e admirables personas, que tratan de hacer este mundo mejor con su sonrisa, su forma de ser, abrazos, y bromas que sinceramente me hacen sentir afortunado de tenerlos en mi vida, a ellos les tengo que dar las gracias por hacerme esta existencia un poco mas pasajera.


Y supongo, que seguiré sentado en este banco al que llamamos vida, recibiendo con una cálida sonrisa a aquellos que quieran sentarse, y saludar con la mano a los que pasan de largo. Si en algún momento vuelvo a estar con este sentimiento de soledad, mirare a las estrellas, para que el viento cruel me vuelva a despertar con su tierno abrazo de la realidad. Aun así continuare soñando junto a esas personas que se han sentado conmigo para que podamos ir mas allá de las estrellas y conseguir hacer nuestros sueños realidad

¿Papa los ángeles existen?



Él caminaba bajo el cielo estrellado, y con esa media luna que le sonreía tímidamente, sin pararse a pensar en nada simplemente seguía adelante sin darse cuenta de donde pisaba, a donde llegaba su infinita mirada. Se sentó y con esos ojos marrones tan profundos, empezó a examinar todo lo que había en su alrededor, gente pasando, gente corriendo, niños pidiendo pan…… “El mundo cada día está peor” pensó para sus adentros.

Estaba ensimismado viendo como dos pequeños pájaros bebían de la fuente, maravillado como hasta la más pequeña pareja podía ser feliz, y quizás en su interior sintió envidia de esos pequeñajos. Estaba pensando en si él podría llegar a ser tan feliz como alguno de esos dos diminutos seres, cuando apareció ella. El cabello azabache deslumbraba sobre su blanca piel que destacaba bajo la tenue luz del sol, sus ojos verdes, y una sonrisa que lo condenó  por los siglos de los siglos a que su corazón latiera más rápido con su mera presencia.

Tanta belleza lo impresionaba, siempre se había preguntado si los ángeles de verdad existían y sin duda sus mayores sueños se habían hecho realidad porque estaba en frente de uno. Se ruborizó cuando ella se acercó y le preguntó: “¿Te encuentras bien?” Entonces se dio cuenta de que estaba temblando, y rojo como un tomate. La respiración, se le entrecorto, había hablado y su voz sonaba cual canto de sirena, “Preciosa” pensó él.

Empezaron una conversación, una palabra llevo a la otra, contestaba feliz, se sentía afortunado de poder estar con ella, lo miraba con esos ojos cautivadores a los que no podía evitar sonreír. La conversación tocaba su fin y finalmente quedaron para hablar otro día, el volvió a su casa, cenó con su familia, todavía con esa sonrisa llena de ilusión en su cara, subió a su cuarto y después de hablar con su padre a solas en su almohada, cerró los ojos.

Sobresaltado sintió como algo lo zarandeaba, era la niña de sus ojos que le gritaba una y otra vez: “Papi papi ¿Los ángeles existen?” Su mirada irradiaba la ilusión que caracteriza a todo niño, y el solo pudo responder mirando a sus enviadas del cielo que lo miraban desde la puerta: “sois mis angelitos lindos”