Bienvenido al mundo de los difuntos


Heme aquí de nuevo ante la fuente de mi tristeza, observando lo que probablemente sea el lugar más trágico que mi corazón conozca y que hace que mi alma se hunda en una pena rodeada de amargura que aun no ha podido superar. La vida me ha arrastrado aquí a través de múltiples golpes que han sembrado cicatrices imborrables en mi interior y yo solo puedo tambalearme e intentar no caer al suelo sumiéndome en una total desesperación.

Noto en la palma de mi mano que empieza a llover; gotas de agua que resbalan por mi sombría cara llevándose la poca felicidad que le quedaba a mi semblante desconsolado y rasgado por el por el paso impasible del tiempo, un paso que intente frenar con una fuerza que no tenía, una paciencia que se quedó por el camino y una sonrisa que se perdió hace mucho.

 Siento como un calor tibio sube por mi garganta, como los ojos que antes se perdían en el infinito universo, ahora se tornaban húmedos y mi corazón aporreaba las puertas de mi pecho ansiando salir para poder librarse del sufrimiento que lo apresaba. Sabía que en lo mas profundo de mí, no quería estar ahí, deseaba marcharme y alejarme de ese lugar pero no podía una cadena más grande que toda mi voluntad unida me obligaba a estar ahí.

Pose mis dedos lentamente sobre el frió mármol, una suave lágrima cae en el vacío terminando su viaje en la lápida, me siento a su lado lentamente abro mi boca y pronuncio unas palabras que provocan un derramamiento de dolor:

“Feliz navidad papa”

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