Allí estaban todos, esperando lo
que probablemente serían sus últimas ordenes antes de volver a casa. Cansados,
sudor en sus frentes, y una expresión de impaciencia que cubría hasta la más
horrible de cada una de sus cicatrices, impacientes los soldados recibían a su
superior con un solemne saludo, y bajo la orgullosa bandera de su país,
escuchaban atentos su última misión, de boca del general de brigada:
“Señores, soldados y compañeros de guerra, hemos peleado la dura batalla,
luchado por todas y cada una de las personas que nos esperan en casa, comprendo
muy bien que estéis agotados, algunos deseáis volver a ver a vuestras esposas,
hijos, padres o madres, pero se os necesita para esto, tenéis que rescatara David,
sufrió una herida en la última incursión en territorio enemigo, no sabemos nada
de el, probablemente este solo y en las puertas de la muerte….vuestra misión es
encontrarlo, ¡Confió en vosotros!”
Durante un segundo sus caras se
tornaron tristes, preocupadas, y sombrías, conocían a Mi, llevaba en el
ejercito ya 10 años, era desde su compañero de copas hasta el hermano mayor de
cada uno del pelotón nº 7. John, compañero de cama, y el que mejor lo conocía
alzo su cabeza, seguido por sus demás compañeros, y con un solemne grito se
aventuraron a responder a su general:
“¡Señor!¡Si señor!”
Pasaron 12 horas, y ya viajando
al punto de recogida donde se suponía que había sido encontrado su compañero, a
pesar que el equipo de rescate no contestaba. En el jeep nadie hablaba, todos
tenían su cabeza baja querían volver a casa, pero el mero hecho de saber que su
compañero podría estar vivo los empujaba a realizar la extracción.
“¡30 Segundos!”
Los hombre preparaban sus rifles,
se miraban unos a otros, preguntándose si sobrevivirían.
“¡15 Segundos!”
Nervios a flor de piel, gotas de
sudor cayendo al suelo, miradas que recorrían el lugar esperando despertar de
esa pesadilla.
“¡5 Segundos!”
Todos ya estaban listos para
empezar a correr cuando una gran explosión, voló el jeep por los aires. Los
disparos de las ametralladoras, las explosiones de granadas, fuego en el suelo,
y compañeros de guerra quemándose vivos. El infierno tenía nombre se llamaba
“Guerra”. John se levanto con un fuerte dolor de cabeza, pasando una mano por
su frente descubrió que sangraba, el jeep estaba volcado, y el junto a los
supervivientes siendo arrastrados, a Dios sabía donde.
Frio y humedad inundaban la sala,
un lugar bastante oscuro junto con gemidos y gritos que le perforaban sus
oídos, sentía como lo levantaban, y lo sentaban enfrente de una mesa con un
revolver, para su sorpresa la persona que estaba viendo cara a cara, era el
coronel David, su amigo y compañero estaba allí, respiraba de forma débil, sus
ropas estaban rasgadas, se notaba que era un soldado fuerte.
Los soldados le indicaban que
girase el cañón del arma, así lo hizo, apunto a su frente y un sonoro *click*
resonó en la sala, era el turno de John, la muerte respiraba a sus espaldas
mientras se apoderaba del revólver, y apuntaba a su frente, le temblaba la
mano, acciono el gatillo, y para sorpresa de todos sonó un gran disparo en la
sala.
Los soldados restantes de la
compañía nº7 entraron en la sala,
llenaron la cueva y después de eliminar a todos los enemigos, celebraban
entre gritos su victoria, John corrió hacia David, lo encontró tirado en el suelo,
herido de muerte, una bala perdida le había roto la arteria principal, entonces
escucho sus últimas palabras:
“John amigo mío, no me queda mucho tiempo dile a mi hijo, a Nick que
siempre lo quise”
Con lágrimas en los ojos asintió
y salió de ahí.
“Y esa es la historia Nick, la historia de un valiente, la historia de
tu padre”
A continuación llamaron al
pequeño cuyas lágrimas expresaban el dolor de la perdida
“Nuestro gran amigo y soldado, David murió como un valiente, amigo de
los suyos, gran padre y excelente esposo. Hoy en lugar de él, su hijo, Nick Jonathan con su madre recogen la medalla del valor”
Con lágrimas en los ojos el
pequeño subió con paso firme a representar a su héroe caído.